Fernando III. San
            [940](1198-1252)

 
   
 

     Rey brillante y eficaz de Castilla y León había nacido en las cercanías de Salamanca el 1198. Fue rey piadosos y devoto, incluso asociado por devoción a la tercera orden franciscana. Fue hijo de Alfonso IX, Rey de León y de Berengue­la, hija de Alfonso III, Rey de Castilla, que era hija de Blanca de Castilla, la madre de San Luis IX, rey de Francia.
    En 1217 fue coronado Rey de Castilla por renuncia de su madre en su favor. En 1230 heredó la corona de León, pero como muchos nobles no reconocieron esa herencia, estalló cruenta guerra civil con lo enemigos de la unificación de los Reinos. Salió victorioso, dejando definitivamente unificados los dos reinos. Casó con Beatriz, hija de Felipe de Suabia, Rey de Alemania. Su matrimonio fue bendecido por Dios con siete hijos: seis niños y una niña.
    Supo rodearse de buenos consejeros y administrar sus reinos con justicia. Fue prudente en las decisiones de gobierno, moderado en la exigencia de tributos, celoso en la lucha contra los mahometanos,  piadoso en sus ejercicios devotos.
   Su lema fue luchar contra los sarrace­nos y en general los éxitos de las armas fueron notables: menos Granada y Alicante, el resto de la península pasó a manos de los cristianos.
   Su mejor conquista fueron la ciudad y reino de Córdoba, donde entró en 1236 y el reino de Sevilla, que conquistó en 1248. Convirtió en catedrales las mezqui­tas de ambos lugares, dedicándolas a María Virgen. Exigía a sus tropas recta conducta y respeto a los vencidos.
   Fundó muchos obispados en las zonas reconquistadas, restableció el culto, construyó y dotó iglesias y hospitales, fundó monaste­rios, fue generoso en las donaciones. También fundó la Universi­dad de Salamanca y la dotó con recursos abundantes.
    Personalmente era austero, oraba antes de las batallas, ayunaba con fre­cuencia y se mortificaba como un asceta. Murió en Sevilla el 30 de Mayo de 1252, día que pasaría a ser convertido en fiesta conmemorativa de sus virtudes en la Iglesia. Fue enterrado en la cate­dral de Sevilla ante la imagen de la San­ta Virgen, vestido, según su propia petición, con el hábito de la Tercera Orden de San Francisco.
   Ocurrieron muchos milagros en su sepulcro. Clemente X lo canonizó en 1671. Su cuerpo sigue incorrupto en su sepulcro, centro de peregrinaciones y de gran devoción.